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jueves, 23 de abril de 2015

Monedas

—¡Pepe! Fichas para el teléfono. Tengo que llamar a la Guardia Civil.
Pepe deja de secar el mostrador, se echa el trapo sobre el hombro y se apresura hacia la caja donde guarda las fichas doradas.
Cesan los murmullos, el entrechocar de las fichas de dominó, Pepe apaga la radio.
—…fui a echar de comer a los cerdos, allí estaba, una mujer. Muerta, señor guardia, muerta en mi pocilga. Tenía un papelillo sobre el pecho, pone que la cerda entre cerdas está. ¿Cómo?..., ¿el papel? Lo tengo en la mano...¡Y yo qué sabía!
«Dicen que posiblemente he estropeado el indicio más valioso de la investigación», explica Curro tras colgar el auricular.
—Tómate un vino, anda —dice Pepe—, y tranquilo, compadre.
Ya antes de beber los labios se han relajado en una sonrisa.
Pepe, frente a él, es el único en verlo.
—Cincuenta céntimos —pide con voz neutra.
—Creí que ibas invitarme —contesta Curro hurgando en su bolsillo.
Pepe, levanta la cabeza, deja de secar un vaso. Mira fijamente a Curro buscando la transparencia de la juventud y la niñez en las pupilas y encuentra desafío.
—Hasta más ver, compadre —añade Curro dejando el dinero sobre el mostrador y dándole la espalda.

Marusela Talbé

 .

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GERUNDEANDO

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