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sábado, 3 de marzo de 2018

EL FINAL





Allá abajo, la húmeda masa verdosa. Me deslumbran brillantes, ondulados espejos de plata que arranca el sol. Entran por mis ojos, penetran hasta lo más hondo como hiciste tú con tu sonrisa, tus maneras de seductor. La inmisericorde luz del mediodía me ilumina sentada en la roca mientras dejo resbalar de las manos conchas huecas. Te oigo justificar tu marcha.
—Te lo había dicho. Te advertí que quizá fuese este fin de semana. No es mi culpa si no retienes lo que digo o lo filtras para oír solo lo que quieres oír. No comprendo por qué te enfadas.
No hay dónde refugiarse, la luz desvela, saca a flote. Tú, a mi espalda, esperas. ¿Por qué no comprendes? Es fácil.
—No estás obligado. No hay razón para que vayas si no te apetece. Si es que es esa la verdad —digo cortando la respuesta; escondiendo lo que pienso, «Si no es una excusa para volver con tu mujer».
—Ya estamos.
Tu voz se tensa como una cuerda de guitarra al girar la clavija. Intento sosegarte.
—No es importante en realidad... En realidad, casi nada es importante, solo, tal vez, la muerte, que trunca, que te deja a mitad de un camino. Cuántas veces lo hemos hablado.
Yo siempre sé de qué hablo. Siempre hablo de nosotros por debajo de cualquier tema, por encima: NOSOTROS. Tú sueles hacerte el tonto. Hoy te haces el tonto con la reunión de exalumnos.
—No puedo faltar. Dije que yo podía en esta fecha. Por mí cambiaron la que habían propuesto.
—¿Y qué más da? Gente que hace un siglo que no ves y que no verás después, que no forman parte de tu vida, ni lo harán, ¿por qué te importan más que yo?
Oigo crujir los caracolillos, las conchas, aplastadas por tu peso. Guardo silencio. Añades más crujidos. Me chirrían dentro de la cabeza, me aturdes como si pisaras mis sesos. No volveré a comer almejas, ni chirlas, ni ningún bicho que se convierta en cáscara hueca y cruja bajo la pisada de alguien. Es como morir dos veces: una, cuando te entregas; otra, cuando te pisan.
No llevo cuentas, ni registros de renuncias, no recuerdo cuántas veces he antepuesto tus gustos, tus motivos, tus “tus” a los míos. Házmelo entender, explícame por qué es tan importante no faltar a esa reunión de exalumnos en lugar de terminar el fin de semana aquí conmigo frente a este mar lleno de posibilidades, de promesas. Parece calmado, pero ambos sabemos que se encrespa con facilidad, eso forma parte de su encanto. Un golpe de viento y ¡zas! El oleaje bate las rocas, arremete contra las conchas pegadas a la piedra y lame, y lame, hasta arrancarlas de su hábitat. Después, las lanza furioso a tierra para que mueran al sol.  Aparto el pensamiento, aún hay esperanza. Yo sigo aquí y tú estás. A mi espalda, pero estás. Vamos inténtalo. Yo haré el esfuerzo de creerte, tú el de convencerme. Si no lo intentas sabré que tu mujer te reclama, que aún no se lo has dicho y ya ni siquiera quieres disimular. Pensaré que no quieres despedirte de vuestros doce años juntos y nuestro final está cerca. No quiero oír crujir esos pequeños esqueletos. No los destruyas aún más. Porque no sería justo, porque yo no elegí llegar tarde, porque no merezco que pises mi ofrenda. Si oigo crujir los buzios, los longuerones, las coquinas, si los oigo… Está cerca el cortado, es fácil resbalar, no hay agarre posible, la roca cae como lenguas de chocolate derramadas del cazo.
Escucho el crujido que indica que te alejas. Me levanto, te provoco.
—¡Espera! Acércate, acabo de descubrirla. Quién lo hubiera pensado, una flor que nace de la piedra en el acantilado.



FIN


Ejercicio para ilustrar el tema 9 del curso Escritura y Meditación, Los símbolos.

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GERUNDEANDO

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