Avanzaban en línea con una formación indisciplinada. Al
principio, ni siquiera las oímos. Luego, al notar un olor nuevo, prestamos
atención a los ruidos: las ramas caían a
su paso, crujían de hojas, sentimos próximo el galope desorientado de animales,
y un bisbiseo, como si alguien recitase una cuenta atrás. Nos atrincheramos en
nuestra casa, sin darnos cuenta que era de madera.
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