Una espesa cortina de copos blancos se desplegaba continuamente, abrillantada y temblorosa, cubría la tierra, sumergiéndolo todo en una espuma helada; y sólo se oía en el profundo silencio de la ciudad el roce vago, inexplicable, tenue, de la nieve al caer, sensación más que ruido, entrecruzamiento de átomos ligeros que parecen llenar el espacio, cubrir el mundo.
Bola de Sebo, Guy de Maupassant
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